sábado, 30 de abril de 2011

METRÓPOLIS de Fritz Lang (2/3)

La ciudad de los elegidos es otra cosa. El mundo del ocio, el atleta, el gran murallón frisado con estatuas, especie de cornisa como la de San Pedro del Vaticano. Un volver atrás en la Historia en cierto modo, que puede interpretarse casi como un contrasentido en esa realidad futura. Los jardines eternos de la alegría, que son como el Parque Güell pero en ñoño (esa puerta Art-Decó). Se trata de decorados pintados, mezcla de lo arquitectónico y lo vegetal. En ese jardín está Freder, el protagonista (con los bombachos que le prestó Tintín, y que le dan un aspecto cándido, infantil) divirtiéndose de una manera un poco aburrida, jugueteando con una chica.

Mientras, en el mundo de abajo, María la profetisa, viste de forma sencilla, pero su puesta en escena es muy interesante y le confiere un aspecto importante. Se sitúa en una especie de altar, desde el que alecciona a los obreros oprimidos.

Cuando decide adentrarse en ese mundo desconocido, Freder descubre el horror como lo descubrió Siddharta. El hijo del Rey se va clandestinamente de Palacio, y se enfrenta con la realidad. Freder es el hijo del tirano, y se va “en busca de aventuras” con un doble: Josaphat. Además de la negación del padre como en Spiderman, este mundo de la Literatura y también del cómic se integra en la historia. El hecho de que el protagonista tenga un compañero ayuda a complementar de algún modo al personaje, porque sirve de contrapunto que, por contraste en sus distintas maneras de actuar define la psicología de ambos. Hay innumerables ejemplos: Don Quijote / Sancho Panza, Tintín / Haddock, Roberto Alcázar / Pedrín, Astérix / Obélix, Batman / Robin, Mortadelo / Filemón… el caballero y su escudero.

El malo; (el padre) tiene unas puertas altísimas en su despacho, una escala monumental de puerta para alguien poderoso, como son las puertas de las iglesias. Un mobiliario insólito. Actualmente, viendo el cine de hace años, y conociendo nosotros el resultado de la evolución de la Máquina, choca ver que los objetos se distorsionen para conseguir ese efecto de modernidad. En el despacho del Señor Fredersen, hay objetos como esa papelera desmesurada, con el diseño de la época, y sobre todo el visionario “teléfono-televisión”, que nos sorprenden como anticipaciones futuristas. En el cine de Ciencia-Ficción, vemos estas retrospectivas maquinistas como algo singular. Por ejemplo en “2001. Odisea en el Espacio”, el gran ordenador, que trata de controlar el destino de la Humanidad, es enorme, sin embargo hoy la robótica tiende a la miniatura, un gran ordenador es más grande cuanto más pequeño es. Quizás el esfuerzo de construir esos grandes artefactos fuera un símbolo del poder tecnológico. Ese despacho es iluminado de forma intermitente por luces fugaces, lo que nos presenta un exterior artificialmente tormentoso y palpitante. 




















En esta realidad inventada desde el futuro, hay una estética que es grandiosa. La boca de la gran máquina, metáfora de “boca del infierno” (templo maldito de Indiana Jones), aparece retratada con una simetría evidente. La manera de mantener en funcionamiento las máquinas es costosa. Casi es una contradicción entre lo tecnológico y el necesario esfuerzo humano. Este mecanismo, se convertirá en reloj más adelante, en lo que podría ser otra metáfora, la de la lucha de Freder con el tiempo.

También está el estudio del doctor Rotwang, que trabaja al servicio del señor Fredersen, un gran laboratorio de química. Turbinas, fluidos, probetas gigantescas, la electricidad, la máquina de vapor, los nuevos inventos, relojes extraños, termómetros, cables, circuitos, aros saturnianos de energía que rodean a Hel, la robot-mujer; figura rígida, que se mantiene en posición sedente con aspecto faraónico, como en el arte arcaico de los egipcios, en el que destaca la simetría estática. La luz que late en la robot adquiere forma humana. El doctor, pronuncia una frase a lo doctor Frankenstein, dice: “Es casi perfecto. Sólo le falta un alma


Hay una contraposición de la triste bajada de los obreros, con la del perverso Fredersen y su esbirro el doctor Rotwang (el malo tiene también a su doble). Los planos que consultan estos dos, de las catacumbas podrían estar basados en los planos de las novelas de Verne o Stevenson. Hel se sitúa en el lugar de María y la suplanta, el hecho es que está en una especie de altar lleno de simbolismos que se acercan a lo religioso. A fin de cuentas, qué es la ceremonia litúrgica, sino un maravilloso espectáculo. Por si no fuera bastante con la belleza de algunas iglesias, su luz, sus colores, esos espacios que se disparan hacia arriba… también está lo sensorial del órgano y el coro (que no se mantienen a la vista de los fieles, sino que parecen venir de otro mundo), y el incienso… ciertamente la Iglesia ha sabido mantener el halo de misterio, gracias a esos efectos narcotizantes. Una atmósfera que reproduce o interpreta Lang con acierto.

María anima a los obreros, es una especie de profetisa que los incita y los mueve, en pro de la libertad. “Construiremos una torre que nos subirá a las estrellas” dice en una alusión a la Torre de Babel. Todo parece optimismo revolucionario, sin embargo los obreros se presentan como meros fieles, la iniciativa no parte de ellos –principales interesados- sino que se les atribuye (quizás) una cierta incapacidad de organización. Estos obreros no dejan de seguir a una líder. Y cuando ella le dice a Freder: “ven mañana a la Catedral”, la cuestión religiosa vuelve a hacerse presente. ¿Realmente en el futuro imaginan un mundo en que la Religión siga siendo tan fundamental, o esta Catedral es un monumento del pasado que la gran ciudad conserva? Hay algo que me chirría en este sentido, la polémica entre Iglesia y Ciencia, y el hecho de que las revoluciones sociales suelen mantenerse al margen de lo religioso, o van contra ello.

El papel de Hel se presta a más de una interpretación, es robot mujer la que controla, con lo que cabe preguntarse cuál es el papel de la mujer. ¿Es bruja, es líder? ¿Es icono? En cualquier caso es ella la que llama a la Revolución, con lo que no me queda claro si se cuestiona la Revolución como paso previo al Fascismo. Los obreros no dejan de seguir simplemente a un caudillo que los guía.

Por otra parte, la chica humana es magníficamente perseguida por la luz, en una forma original de descubrir el espacio, sólo con un foco. Es como el Gran Hermano que la vigila en la oscuridad, donde no hay escapatoria. Hay una búsqueda de ciertos efectos impactantes (manera en que la cámara se acerca -con la mano- al trozo de vestido). Así, el interior, es entre gótico y expresionista. Recuerda la atmósfera enigmática de Víctor Hugo o de los cuentos góticos de Karen Blixen (Isak Dinesen). También tiene algo del Panteón, el espacio vacío isotrópo bajo la cúpula. Las escaleras son de caracol, el helicoide (también recuerda el Monumento a la Tercera Internacional, del constructivista  Tatlin), también como forma geométrica insólita. Las arquitecturas industriales de Auguste Perret, el Protorracionalismo, esa optimización del trabajo de los obreros, en grandes espacios que también sirven como lugares de control. El precioso interior de ese canal subterráneo con aspecto de gran cisterna, recuerda la Fábrica de Turbinas de la AEG, de Peter Behrens. Es un cañón con cerchas metálicas. El valor del acero, nuevo material constructivo. Pero esa cercha conserva el lenguaje del siglo XIX.

Maravillosos efectos caleidoscópicos, lámparas troncocónicas… el impacto sobre el espectador.

1 comentario:

  1. Título original: Metropolis / Dirección: Fritz Lang / País: Alemania / Año: 1927 / Duración: 117 min. / Género: Drama, Romance, Thriller, Acción, Ciencia ficción / Reparto: Alfred Abel, Gustav Fröhlich, Rudolf Klein-Rogge, Fritz Rasp, Theodor Loos, Erwin Biswanger, Heinrich George, Brigitte Helm / Guión: Thea von Harbou / Productora: Universum Film (UFA) / Agradecimientos: Rusty Lemorande / Departamento artístico: Erich Kettelhut, Karl Vollbrecht, Otto Hunte, Walter Schulze-Mittendorf / Departamento musical: Berndt Séller / Dirección: Fritz Lang / Dirección artística: Erich Kettelhut, Karl Vollbrecht, Otto Hunte / Efectos especiales: Ernst Kunstmann / Efectos visuales: Eugen Schüfftan, Jeff Matakovich / Fotografía: Günther Rittau, Karl Freund, Walter Ruttmann / Guión: Thea von Harbou / Música: Abel Korzeniowski, Bernd Schultheis, Giorgio Moroder, Gottfried Huppertz, Peter Osborne, Wetfish / Novela original: Thea von Harbou / Producción: Giorgio Moroder / Vestuario: Aenne Willkomm

    ResponderEliminar