sábado, 25 de diciembre de 2010

INTOLERANCIA de David W. Griffith

intolerance: love's struggle throughout the ages
Trata de la lucha del amor contra la intolerancia a través de la Historia.
1 Caída de Babilonia a manos del rey de Persia. Siglo VI a C.
2 Historia de Jesucristo en Jerusalén. Siglo I d C.
3 St. Barthelemy (guerras protestantes en Europa). Siglo XVI.
4 La madre y la Ley. Siglo XX.
Lo insólito de este largometraje es el tipo de narración cruzada de estas historias paralelas, una realización en la que existe un control del tiempo. La cámara se mueve, se enfoca la realidad desde distintos ángulos. Asistimos al nacimiento de un nuevo lenguaje cinematográfico.
Es una estética cargada de espectacularidad. En el decorado fundamental, el de Babilonia, hay torres de hasta 150 metros, al no disponer de técnicas de trucaje, se tuvieron que construir sólidas murallas para sostener gente y carros en movimiento (cálculo de resistencia para cargas dinámicas). Estas construcciones se mantuvieron en pie hasta los años 40, momento en que se destruyeron para simular el incendio de Atlanta en “Lo que el viento se llevó”. Para la descripción, se sitúa la cámara en un globo cautivo.

Jerusalén. Reconstrucción fidedigna. Hay fuentes escritas que retratan una Babilonia como ciudad infranqueable y majestuosa, con murallas sucesivas. Ni siquiera en la reciente película de Alejandro Magno se ha recreado esta ciudad como en esta primera ocasión.

Francia siglo XVI. En “El Perfume”, la novela de Patrick Suskind, se describe el París del siglo XVI como un lugar desapacible, pero éste es un burgo francés, tranquilo y pacífico. Pues bien, los decoradores hacen una reconstrucción arqueológica impresionante, levantando las tipologías arquitectónicas de la época con gran detalle, consiguiendo una atmósfera creíble.

Estados Unidos, siglo XX. Se ajusta a una idea que recorre la escala social. Lo modesto frente a las suntuosas mansiones, ambos ambientes con todo lujo de detalles.

Los detalles están por todas partes. La puerta de Ishtar por ejemplo, y dentro la escalinata con elefantes indios (eclecticismo sospechoso y, quizá, poco arquitectónico). Empieza a terminarse la época de los “neos”, del historicismo, del gusto por lo exótico, del regionalismo también… pero Griffith insiste en esta fórmula. A medida que nos alejamos de nuestro tiempo, la realidad en lo escenográfico va dejando paso a la fantasía, por mayor desconocimiento de los aspectos arquitectónicos pasados. 

“Love struggle throughout the Ages”, intertítulo de Griffith. El hilo conductor es el amor. La película empieza a oscuras y se va iluminando cenitalmente, lo que simula una iluminación Divina. En la escena, la metáfora: Una mujer que mece la cuna del tiempo.  

Perspectiva forzada pero real de la antesala al gran salón de baile de los ricos. Techos altísimos, bajorrelieves, tapices, frisos, todo detalle está estudiado. Es importante que una parte de la acción se desarrolle en la biblioteca de Miss Jenkins, como ostentación de la Cultura, sólo accesible a los pudientes. La biblioteca nos da una medida de la riqueza de esta gente, con esas altas estanterías repletas. Miss Jenkins se da cuenta en un momento dado de que ya no resulta atractiva a los ojos de los hombres, y como en el “Señora” de Serrat, “Yo soy ése por quien ahora, os preguntáis por qué, Señora, se marchitó vuestra fragancia” “Póngase usted un vestido viejo, y de reojo en el espejo, haga marcha atrás, Señora” y entonces, mirándose en el espejo dramáticamente se palpa las arrugas, y decide empezar a amargarle la vida a los demás, emprendiendo una cruzada puritana.

La Escenografía llega a los intertítulos, donde el tipo de letra va cambiando según las distintas épocas históricas, letra gótica, tipografía actual...
La cámara se acerca a lo pequeño, así en la pequeña granja, baja el punto de vista al enfocar a los patos y gansos.
Griffith sitúa a los personajes en las casas donde viven. Una muchacha (vestida modestamente) sirve como ejemplo de la gente del pueblo, con un carácter entusiasta que contrasta con el de la pérfida señora rica. Quizás esto sea un poco maniqueo, pero ayuda a entender el argumento. Pasa a veces que el malo hace de malo y el bueno tiene que parecer bueno constantemente, y son personajes un poco planos, pero la historia se entiende perfectamente. 

Escena en la que los trabajadores se dirigen en tropel a sus puestos en la fábrica, donde por fin se nos presenta al joven protagonista. Es importante la muestra de Arquitectura industrial en este caso. La época de los grandes hangares, donde trabajan hacinados los obreros. Mediante los Grandes espacios Griffith pone en relieve el contraste social (ocio –salón de baile- frente a explotación –fábrica-).

A pesar de que hay ciertas interpretaciones arquitectónicas erróneas, como la aparición de la  Puerta de Jaffa con arcos apuntados, se consiguen efectos de profundidad asombrosos, a través de túneles y puertas.

La interpretación de los actores es exageradamente dramática debida probablemente a la ausencia de sonido. Los actores todavía son más mimos que otra cosa.

En la recreación del la Francia de 1562, hay un decorado urbano soberbio. Es un burgo en el que las pequeñas casas de cubiertas apuntadas, están apelotonadas en torno a una plaza por la que van desfilando una pareja de soldados, un perro, un carro… con esa manera de narrar en la que la cámara simplemente se queda observando, de tal modo que en esa sola escena se nos retrata perfectamente el escenario de la acción. Así como en la historia contemporánea se utilizan fundamentalmente interiores, en ésta del siglo XVI se usan los exteriores como retrato del espacio público y la mezcla social. El punto de vista es ligeramente alto, y la plaza va cuesta abajo, lo que nos permite dominar visualmente la perspectiva general.

En la Corte, el fondo con un gran tapiz que parece medieval con un Unicornio, está detallado con exactitud. Los personajes se distribuyen dejando un gran espacio vacío alrededor del Rey, que permanece sentado. Hay algo teatral en esta escena. La exactitud escenográfica a la que me refería antes no es sólo arquitectónica, sino que se ve también en los peinados y las ropas de la época (las capas, las golillas) y uno de los vasallos le dice a otro: “qué Rey más maravilloso, si pensase como nosotros”.

Griffith deja en suspenso una historia y rescata otra. Primer plano de “Brown Eyes”, la chica pobre y amada del protagonista. Y de repente, una breve escena del baile de los obreros del siglo XX. Vuelve a Babilonia, donde existe un régimen corrupto de orgías y vicio. En el cine bíblico se muestran Dios y sexo. La verdadera magnitud del decorado se aprecia gracias a que la escala nos la dan las figuras humanas y las palmeras. Enorme despacho del capitalista. La valla de madera que separa los dos frentes. Contrastes. El gran canto de la puerta de Ishtar, con sus grabados, y la construcción masiva, con los grandes engranajes, es la antesala de la lucha entre Belshazzar y Cyrus.

Griffith nos enseña los nuevos hallazgos de la Humanidad en toda su sublimidad. Empieza a concebirse una nueva idea del tiempo, el instante, la velocidad. Retrata las ruedas, la locomotora (las locomotoras Santa Fe que describe Burke para definir lo sublime, lo impactante), el teléfono, la máquina. No en vano la máquina cambia la estructura social impuesta hasta el momento. La nueva ciudad que nos cuenta Baudelaire en “Las flores del mal”, que son retratos de las pequeñas nuevas cosas que empiezan a suceder en París. También la competición que se establece entre el tren y el automóvil (y como hace un plano corto del pedal). Estas escenas ocurren en escenarios naturales. Esta forma en que Griffith narra los tiempos nuevos contrasta con la manera en que lo hace con la Francia del siglo XVI. En la historia de los Hugonotes, nos muestra con gran profusión de detalles, escenas más tranquilas (especialmente las románticas, con el uso de planos medios). Así, Brown Eyes aparece en la puerta de su casa, con su aspecto angelical, ante un muro de sillería y la escalera muy bien ejecutados.

La chica de las montañas, muere envuelta en un aspecto modernista. Griffith va cosiendo las distintas historias con hilo fino, amparándose en la metáfora de la mujer que mece la cuna del tiempo, escena que conserva el aire que quizás contiene “Las hilanderas” de Velázquez, y que acaso tengan algo que ver con Rembrandt. Lo que parece claro es que la Fotografía, y también el Cine, han mamado y siguen mamando de la madre Pintura. La Fotografía es una representación de la realidad a veces, y otras es recreación de escenas fuertemente arraigadas a nuestra cultura de la imagen

Se hace presente la cuestión simbólica, con esa cruz, que es la cruz en la que Cristo muere, precisamente para salvar al mundo. Tristemente el mundo se seguirá metiendo en berenjenales.
El amor vence pequeñas batallas, pero la intolerancia gana la guerra. Sólo la historia contemporánea hace una concesión al triunfo de la Justicia. Al joven que se ve arrastrado hasta el patíbulo, lo liberan porque aparece la verdadera culpable. Eso es algo común en las películas estadounidenses, y en su realidad aplastante; cuando ocurre una desgracia, se hace inminente la búsqueda de “un” culpable. Pero ésta es otra reflexión, la de si la Justicia se antepone a la Legalidad, o es al revés.

El juego de tiempos que hace Griffith es testigo de la verdadera naturaleza de conceptos como el amor o la guerra. Son temas universales que no entienden de épocas ni lugares, y que resultan totalmente contemporáneos, a la luz de los hechos que se siguen produciendo hoy en todas partes. Por eso hace un despliegue de medios tan exhaustivo, en un continuo ir y venir muy bien construido. Esta película es casi una historia de Historias, casi un documental.

Sobre todo a raíz del testimonio que da Griffith sobre Babilonia, se pueden establecer una serie de lazos tendidos desde los Peplum del cine clásico, que desembocan en los Peplum de hoy y de siempre. Es una temática que se nos sigue contando mediante grandes masas en grandes espacios, tales como Troya, Alejandro Magno o Gladiator. 

Fuente: OpenFlix

marta guirado

sábado, 18 de diciembre de 2010

VIAJE A LA LUNA de Georges Mèliés

le voyage dans la lune
el comienzo de la ciencia-ficción cinematográfica, que cuenta el sueño de un astrónomo

Señala Rudolph Arnheim en su obra “El cine como arte”, que “los cuadros se van yuxtaponiendo en orden cronológico”. Acaso porque una de las propiedades del cine mudo es que todo se entienda. Así:
1. Congreso de astrónomos en un espacio asambleario., y hay un desorden que parece intencionado. En ese gran escenario, la ilusión de las sombras da como resultado una sensación de volumen. Esto es herencia del Barroco, que utilizaba la técnica del trampantojo para buscar el relieve, y el uso de la luz sin mostrar los puntos por donde entra.
2. Construcción del cohete Humos y vapores, signos del avance tecnológico.
3. Fletan el cohete. Inspirado quizás en las novelas de Verne, pero en clave más ingenua, se van nada más y nada menos que a la luna con sus chisteras y levitas, pero el uso inapropiado del vestuario parece querer destacar que se trata de un hecho extraordinario, no se va uno a la luna todos los martes. Una cosa chocante es que en la comitiva de despedida, aparecen, como reclamo, unas señoritas ligeras de ropa, que dan un sentido lúdico al hallazgo científico.



Este tipo de Cine es una búsqueda constante de sensaciones, porque las dificultades del rodaje obligaban a construir escenarios mediante elementos planos. Surge la necesidad de describir, de esta forma; las telas pintadas dan sensación de profundidad, el efecto lateral por una ventana… cualquier recurso es válido para la simulación. Los científicos van vestidos del mago Merlín de Disney –puede que éste se inspirase en este vestuario-, quizás porque a estas alturas todavía la Ciencia se entendía como una especie de magia. Y con sus pelucones de hombres de pro, sus narizotas, las cejas postizas… pero cuando hay que salir de viaje, se visten para la ocasión y pasan de ser sabios a señores elegantes. Lo histriónico en las indumentarias, es una caracterización exagerada que ahora nos choca, pero en el cine mudo se hace necesaria para que el espectador no se sienta perdido. Durante el fundido del cañón gigante, los elementos que aparecen son corpóreos, un yunque, un barril, pero el espacio es ficticio y bidimensional. Curiosamente, al mostrar estas cosas que van pasando, de las señoritas “majorette”, sólo se ven las piernas. En la parte inferior está la Arquitectura o parte de ella,  vemos unos tejadillos a dos aguas. No parece ser una gran ciudad, es más bien un pueblo en el que todos se conocen.


Llama la atención la importancia que le concede Méliès al avance del cohete en su lanzamiento. No parece casual que ese avance sea en sentido ascendente hacia la derecha. Que ascienda es una obviedad, (además de que hay interpretaciones psicológicas que indican optimismo en el “subir” de las cosas) pero que sea hacia la derecha, quizás encierre una verdad acerca de la manera occidental de entender el mundo. Nuestra forma de escribir, las páginas de un libro, las agujas de los relojes, las viñetas en los cómics; en las representaciones bidimensionales, nuestras progresiones son de izquierda a derecha. Allá, en la esquina superior derecha del cuadro, se encuentran los planetas. Allí se vislumbra el futuro. La forma de presentarnos la luna es casi infantil. La filosofía de Méliès de que “la cámara es el espectador” se nota en muchos momentos. En primer lugar, cuando los viajeros están lejos de ella es una torta plana, pero al acercarse (se acerca la luna a nosotros, no nosotros a ella; la luna, objeto plano, simplemente parece aumentar de tamaño sobre un fondo también plano) adquiere rasgos antropomorfos. Una luna con cara (cara-rostro, no cara-lado) es la representación animada de algo inanimado que dibujaría un niño. Y no hay transición durante el alunizaje. De repente estamos en una luna, o jugamos a imaginar que ahí estamos, porque cuesta un poco.

Mientras ocurre esto, existe una escenografía móvil de elementos planos. En el cielo; las estrellas (incluida la fugaz), los planetas, ¿la nieve? En el suelo, la cueva de las setas gigantes, la cascada, los selenitas (se nota a la legua que son personas disfrazadas) Es una coreografía propia de teatro de escuela, personalmente encuentro cierto parecido con Barrio Sésamo. En la cueva del Rey de la luna, éste es una especie de faraón. Es un repertorio en el que  todo pasa con un ritmo muy cachondo. Los viajeros llegan a un mar de la luna -¿el de la tranquilidad?- y Méliès nos lo cuenta a través de maquetas. Han ido, han visto, y no han vencido. Tienen que huir en su cohete, que “cae” a la Tierra, hacia el lado izquierdo (viaje de vuelta), desde el barranco. Cae, quizás porque la luna, para nosotros sigue estando arriba en el cielo. No hay por tanto ningún tipo de propulsión y, con la lógica del ingenuo, el cohete nos llega por gravedad. Finalmente, ante un regocijo general, regresan triunfantes con camisetas de la luna (esto parece un chiste).

Méliès descubrió el valor del continente de la ficción, y le sacó partido con sus efectos especiales (esas caídas vertiginosas hechas con un rodillo de eje horizontal que simula el espacio) pero todavía no intuía el lenguaje cinematográfico. La cámara no se mueve, todo está enfocado a su embocadura, como en el Teatro italiano. Las leyes de narración en el Cine no estaban establecidas, y eso se nota en un sentido del ritmo extraño en cada cuadro.     

premiado vídeo de smashing pumpkins, del álbum mellon collie and the infinitive sadness
tonight, tonight 1996
harta guirado