Retrata la invasión española en el siglo XVII (año 1616). En esta película podemos ver ejemplos del arte flamenco, tanto en Arquitectura como en Pintura, y ese aire doméstico que lo caracteriza. También en el aspecto de hombres y mujeres del pueblo (sobre todo las mujeres, tan rubias). El pueblo retrata a la perfección el carácter público de calles y plazas, donde las actividades se entrecruzan con naturalidad. Podría tratarse de Brujas en Bélgica, o de Delft en Holanda.
En este largometraje no hay arquitecturas construidas ni escenarios naturales. Se trata de maquetas en las vistas generales y en paisajes, y de escenarios pintados. Se utiliza la técnica de las perspectivas en reducción –lo que está en primer plano es más grande que lo que se supone lejano-, de este modo se consigue la sensación de infinitud.
Empieza la película con la entrada en la villa, atravesando los dos torreones de ladrillo de la puerta. Torreones que parecen construidos, aunque sabemos que no lo están.
Nos acercamos al pueblo, con sus casas y el canal (artificiales). El ritmo de lo cotidiano nos sumerge en la trama. Es un día de fiesta, y no faltan los estandartes, los carros cargados de cosas, las bayonetas. Se retrata una aristocracia de comerciantes, donde el carnicero va vestido con mucho lujo. Asan pollos, bañan a una niña… sin paños calientes, el realismo de un hogar en que todo el mundo tiene prisa, la madre (personaje que se nos muestra con mucha fuerza desde el principio) dice cosas como: “Siska, pela bien las patatas” (algo que dice cualquier madre y que tiene que ver con la economía doméstica) o “sécale bien los pies”. Pero en esta casa hay también una perfección en los objetos habituales; las cortinas, la orfebrería, las telas…
Observamos la técnica de Brueghel, que tiene un aprendiz niño mezclando los colores. Mientras posan los señores, todos juntos y ataviados con sus mejores galas. Recuerda el modo de componer de algunos pintores flamencos, como Rembrandt o Vermeer, que reparaban mucho en el escenario interior. Cualquier detalle estaba estudiado al milímetro. Una jarra o los pliegues de un mantel eran cuidadosamente dispuestos. En las obras de estos pintores barrocos no sobra nada, todo lo pintado fue tenido en cuenta para equilibrar la composición. Esto es fundamental para entender la atmósfera deliberadamente cotidiana de este arte burgués. Probablemente gracias a ellos se han podido reconstruir con tanta exactitud las cosas en películas como ésta.
Sólo posan juntos una vez, eso dicen en la película. El resto de las sesiones podrán hacerlas cada uno por separado. El grupo de gentilhombres posa como se hacía en aquel momento. Unos sentados y otros de pie, en actitud más o menos natural, pero todos ellos muestran su rostro, todos miran al pintor. El burgomaestre en posición privilegiada, en el centro. Tampoco falta el estandarte (que porta el carnicero). El lienzo tiene una dimensión considerable. (Los retratados hacen crítica del cuadro, que si el Greco, que si la Escuela veneciana…)
Las vestimentas de los hombres, impecables. Esos sombreros troncocónicos, con el ala ancha. Los grandes bigotes, las golillas historiadas, petos ajustados con cinturón, y mangas amplias. Pero lo más amplio, los pantalones en su parte central. Parece que llevan pañales. Y cortos por debajo de la rodilla con los puños apretados, las calzas y los zapatos de solapa.
Los ejemplos de arquitectura interior son muchos. Predomina la madera sobre otros materiales. Como ejemplo, la escalera de caracol (piedra con la que tropezará dos veces el carnicero). En el exterior, las celosías, los ladrillos. Y alguna curiosidad, como el “lavabo” en el salón. Las carpinterías de madera en los marcos y plomo entre los pequeños paños de vidrio hexagonales. Las puertas de los armarios recuerdan algunas manifestaciones de arte doméstico como los trípticos flamencos, labradísimos. Las vigas de madera parecen reales, porque responden a un orden estructural lógico. También hay un armario de madera, con unas molduras ocupando todo el paño, que reproducen una bóveda concrecionada, lo que me parece muy interesante. Es la manifestación de la Arquitectura en los muebles.
Durante la recreación del día de mercado, donde se muestran buenos datos acerca de la gastronomía local, como el cordero abierto en canal, y los arenques colgados. Entonces llegan los bárbaros españoles a todo trote, con modales amenazadores.
Ante la escalera del Ayuntamiento habla la mujer del burgomaestre. Como si estuviese en un Parlamento, se halla flanqueada por unas estatuillas que reproducen unos leones, en el frente de la balaustrada. Este escenario le da confiere autoridad. Las mujeres asumen el mando: “¿Conocéis todas vuestro cometido? ¡Pues dispersaos!”
En la habitación de los señores hay una gran cama con dosel, que denota un cierto nivel económico. En este escenario encorsetan a la señora, puede verse el tedioso proceso que suponía la vestimenta. Los encajes, las golillas, los vestidos con armadura interior, que proporcionaban unas grandes caderas y unos andares majestuosos. Las alhajas de la señora, sobresalen del cuello rectangular del vestido.
En cuanto a lo escenográfico de los exteriores, hay cosas interesantes, como el molino (enfoscado, y no de ladrillo, como suelen ser los molinos en los Países Bajos), la gran puerta de la ciudad con un puente que no es levadizo (que quizás indica el bajo grado de belicismo en estos pueblos). Y el ambiente es muy velazqueño, con la invasión española llega lo insólito y lo lúdico: el cura (con un aspecto poco recomendable), el enano y su monito, el aristócrata pagado de sí mismo (el Conde Duque de Olivares con sus collares), y unos soldados un poco bestias.
Hay un momento pictórico intencionado. Los españoles con sus armas, a las puertas del pueblo. Es “La Rendición de Breda” de Velázquez. Todos, españoles y flamencos con su lanza en pie, vertical (en el cuadro casi todas las lanzas son verticales salvo unas pocas). También hay algo de ese cuadro en la actitud cordial.
Con los españoles llegan el verdadero desorden y los excesos. Ellos –casi mercenarios, o al menos sujetos un poco perniciosos- que antes rechazaron la cerveza por preferir el vino, no la desdeñan en la taberna, y beben de sus cascos. Beber del casco quiere decir ganas de juerga… y la van a tener.
Flandes debió repoblarse con la llegada de los españoles. Las escenas de las sombras y los reflejos de los cristales emplomados, permiten que el espectador suponga y sepa lo que ocurre tras ellos al cerrarse las cortinas. Esta película sugiere muchas cosas de una manera muy elegante.
La posada tiene un hogar cerámico, también una baranda muy sencilla. La disposición de la mesa tiene que ver con los Bodegones, y la distribución escenográfica con “La Última Cena” de Leonardo, y un tenderete de mercado. También hay un cuadro de Brueghel con unos músicos tocando, que recuerda a los que aparecen en esta película. Y el abanico, invento traído de España. En fin, un despliegue de elementos que nos introduce en la fiesta.
Al enano se le permite decir “este Erasmo es un rompeculos”. El monito que llevan, manifiesta el gusto por lo exótico y los viajes. Gran fiesta con su baile tipo conga de la mano, es un acontecimiento lúdico que poco tiene que ver con las iniciales intenciones bélicas.
Insisto, cuesta creer que los exteriores sean decorados -el canal debe tener unos diez metros de anchura-. Se ve gente asomada en las ventanas, pero lo que parecían maniquíes en un principio, no lo son. Son personas (mujeres) que se mueven, lo que implica que por detrás de esa fachada continua debe haber un serio andamiaje. Los pavimentos (especialmente el de la plaza del ayuntamiento) son adoquines de verdad, piezas mampuestas independientes unas de otras. Los solados interiores son también fastuosos, y también los techos son muy interesantes, con bóvedas de cañón de madera.
Los decorados no terminan en un plano de pared, sino que se prolongan las perspectivas. Desde el punto de vista tenemos casi todo el tiempo conocimiento de otros puntos muy lejanos, recurso inteligente de Lazare Meerson para no perder la idea de profundidad, que es continua.
diseños de Lazare Meerson para el filme, 1935 |
Los enamorados planean matarse con un puñal o con veneno en una “góndola” veronesa, quizás la herencia de Romeo y Julieta. Y el “Apropiaos de las rosas de la vida”, de Pierre de Ronsard; el hedonismo, el Tempus Fugit, el Carpe Diem. Este filme bebe de fuentes tanto pictóricas como literarias. Hay escenas costumbristas, como la de los jugadores de dados, y referencias a otras obras, como “La Ronda Nocturna” de Rembrandt.
El único momento en que algo parece una maqueta, si se tienen conocimientos constructivos o una intuición especial para las estructuras, es la torre del campanario, cuya cubierta se sujeta con unos pilarcillos extremadamente esbeltos. Quizás, en ocasiones, se intuye la maqueta en algo que falla en la perspectiva, el tamaño -técnica de reducir el tamaño de lo lejano- o la posición.
Los paisajes de los Países Bajos son asombrosamente planos. Éstas son las regiones de los lejanos horizontes y los cielos grandísimos. Sigo pensando que no son maquetas, y, de serlo, son perfectas. Sólo el hecho de no ver infraestructuras modernas me lleva a creer que no lo son.
Si la película empezaba con la entrada a la villa, llega a su término con la salida española, donde podemos contemplar las dos torres de la puerta desde el lado opuesto. Algo que me parece muy interesante, porque es como si realmente hubiésemos estado en el pueblo.
marta guirado
Título original: La kermesse heroïque / Francia, 1935 / Dirección: Jacques Feyder / Producción: Pierre Guerlais para Tobis Regina / Guión: Jacques Feyder y Bernard Zimmer, de la novela de Charles Spaak / Fotografía: Harry Stradling, en blanco y negro. Ayudante dirección: Marcel Carné / Música: Louis Beydts / Montaje: Wolfgang Wehrucm / Decorados: Lazare Meerson / Vestuario: Julien Beuda / Género: Comedia / Duración: 115 minutos / Reparto: Françoise Rosay (Cornelia), André Alerme (el burgomaestre), Jean Murat (el conde-duque de Olivares), Bernard Lancret (Jean Breughel), Micheline Cheirel (Siska), Louis Jouvet (el fraile), Alfred Adam (el carnicero), Lyne Clevers (la pescadera), Arthur Devére (el pescadero), Pierre Labry (el posadero), Ginette Gaubert (la posadera)
ResponderEliminarEn el video club no la tienen. Ah no! si no hay video club!?!
ResponderEliminarExcelente trabajo. Da un gusto leer. Magnífico.