En un interior alicatado mugriento, un argelino acaba de ser torturado a manos del ejército francés. Salimos en una carrera trepidante de los soldados franceses por las azoteas de la Casbah. Hay un gran desnivel entre la zona alta y la baja de la ciudad fortificada. Podría recorrerse esa ciudad a través de las cubiertas, que se concatenan sin interrupción mediante desniveles y pequeñas escalinatas.
Desde la alcazaba, hay una magnífica vista de esta ciudad europea. La de los boulevares y las grandes avenidas, la de las plazas inmensas, la de las perspectivas lejanas. La ciudad en la que caben los coches. La ciudad de la calle corredor occidental, calles con planos verticales –fachadas- y con superficies horizontales –viario y aceras-.
La Casbah es otra cosa, las calles son estrechas (calculo metro y medio en alguna de ellas) y tortuosas, casi interiores, con túneles, escaleras en rampa… En los edificios hay balcones a lo andaluz, y patios hacia dentro. Todo está bastante viejo. Bonitos embaldosados islámicos, con figuras geométricas formando mosaicos de aire caleidoscópico. La Casbah se contempla allí arriba, toda amontonada y blanca. Tradicionalmente, la islámica es la ciudad que se resguarda del sol, con una sección tan alta y estrecha que se acaba in-virtiendo, en un intento de darse sombra a sí misma y respirando su aire interior, buscando las ventilaciones cruzadas mediante patios. Normalmente en estas fachadas los huecos son muy pequeños, y se manifiestan al exterior en balcones, mientras los del patio son paramentos permeables a las corrientes.
Las calles de la Casbah, adoquinadas y en la mayoría de los casos empinadísimas, son muy estrechas en proporción a la altura de los edificios. Algo que me llamó la atención del casco histórico de Oporto, fue la dimensión de las calles, porque comparativamente con los cascos viejos españoles tienen unas fachadas enormes. La mayoría de los edificios cuentan con unas cinco plantas, mientras que el trazado de la calle cumple la función de los antiguos modos de vida en, a lo sumo, tres plantas. Oporto también se agarra a una fuerte ladera, con lo que las pendientes son importantes, y sus calles se ven recorridas continuamente por escaleras y rampas italianas (rampas escalonadas). Exactamente como ocurre en esta Casbah, las fachadas se pelean por manifestarse en la línea de calle, y la sensación es de invasión de lo público, como si quisiesen asomarse, con esas empalizadas oblicuas de madera cuyo objeto desconozco, aunque me sugieren ser soporte de voladizos, a modo de canecillos.
En la tela de araña que constituye la Casbah, el ritmo es trepidante. Hombres, mujeres y niños (muchos niños) ocupando el espacio en un trajín incesante. Acaso sea importante añadir que el espacio entre la gente es mínimo, hay un contacto continuo entre los viandantes. En Europa no suele ocurrir esto, el peatón tiene su propio espacio, y ésta es una cuestión de psicología ambiental, porque cuando alguien se me acerca al pie de un semáforo, tiendo a separarme, como ocurre en un ascensor.
La piel, el vestido, el entorno inmediato, lo que está al alcance de la mano, al alcance de la vista… el ser humano vive rodeado de una serie de límites sucesivos. Nada parece terminar en un lugar preciso, porque todo tiene sus prolongaciones. Cuando nos movemos en coche, tendemos a tomar esa cápsula como una extensión de nuestro propio cuerpo. Hay teorías acerca del derecho del individuo a tener su propio espacio. Cuando están dentro de un ascensor personas que no se conocen, se mantiene una tensión incómoda que tiene que ver con la agresión que supone el rebasar límites. ¿Es el felpudo de mi casa realmente mío? Si veo a alguien invadiéndolo, me inquieta. Tradicionalmente en el Urbanismo occidental existe una distancia a linderos de 3 metros desde la que no se puede atacar al vecino con un palo. Tierra de nadie para que no la ocupe nadie. Cuando se acerca al lindero, el individuo deja de tener la soberanía, o ésta se convierte en incompleta. De ese modo, el borde es una frontera simbólica que implica la seguridad para ambas partes.
Cuando el borde es frontera, ésta es imaginaria pero con distintos grados de incertidumbre. Y la cuestión del límite surge nuevamente, teniendo el estado policial en la calle, con verdaderas zonas atrincheradas, que separan las zonas francesa y argelina, mediante alambres de espino.
La cárcel. Un espacio gigante con largos corredores, y una plataforma de control desde la que se vigila a los presos. (la configuración ortodoxa de cárceles, el Panopticón, con las galerías de celdas distribuidas radialmente y el espacio de vigilancia en el centro). El sistema constructivo es a base de vigas metálicas en celosía. El patio, con un paredón de gran altura donde se ejecuta a los reos (Pontecorvo omite mostrar la ejecución de uno de ellos); y las paredes con los huecos diminutos.
Los interiores en casi todas las ocasiones me parecen muy vacíos. Pero en el burdel no ocurre así, parece haber un afán por un cierto exceso. Hay muchos mosaicos tanto en paredes como en suelos, y no son necesariamente iguales, más bien al contrario, hay gran variedad de modelos, como si existiese la necesidad de desplegar un amplio repertorio formal. Sin duda es un lugar para el placer carnal y el goce estético.
Durante la escena de la boda, podemos admirar la belleza de la casa islámica. La casa-patio, que mira hacia dentro, con el orden superpuesto que constituye la planta baja de muro masivo macizo, la segunda con una sucesión de arcos apuntados que da la vuelta al perímetro (observemos los capiteles, con un estilo a medio camino entre Oriente y Occidente), y finalmente la naturaleza arriba, con superficies aterrazadas llenas de flores.
Los edificios de la ciudad europea, en alguno de los casos recuerdan al Le Corbusier de Chandigarh o a arquitecturas posteriores de Bakema y Candilis, en el uso del hormigón, y en el tipo de ventanas con brise soléil. Esta ciudad tiene cierto carácter de provisionalidad, quizás rasgo común de las colonias. A veces da la sensación de ciudad a medio hacer. También hay grandes espacios de tránsito rodado (para camiones, como se ve) en las inmediaciones del cuartel y en las del hospital.
La alcazaba es una ciudad dentro de una ciudad, aunque en este caso la Casbah permanece aparte. Funciona al margen de la ciudad francesa, y con otra manera de transitar, otros flujos y otras velocidades.
La francesa está ajardinada con hileras de arbolado (que ayuda a casar la escala del peatón con la edificada, valiendo como parapeto ambiental que esponja la relación entre calle –público- y edificios –privado-). La francesa es también la ciudad modulada, con series de arquerías y un ritmo que articula el conjunto, dando como resultado fachadas unificadas. Mientras en la Casbah reina el desorden ambiental, amén del laberinto que supone una estructura en red, contra la retícula de las ciudades occidentales.
La cuestión más humana, la del aspecto de la gente. Sobre todo las mujeres, mientras las francesas llevan indumentarias a lo Audrey Hepburn, la mujer musulmana se tapa con túnicas de arriba a abajo. Me parece pertinente señalar la pesadumbre que les causa cambiar su aspecto cuando se disfrazan de europeas, y reivindicar la libertad en el uso de los atavíos propios de cada cultura, fuera de las valoraciones occidentales que tienden a menospreciar a las demás culturas y a despreciar el velo. La autonomía de un pueblo que quiere ser soberano, y la libertad individual de elegir el propio aspecto son derechos fundamentales. También cabe destacar la belleza de estas mujeres (Halima es guapísima).
La Casbah es una ciudad sitiada a la que no se puede acceder a partir de cierta hora de la noche, debido a los atentados y a las cadenas de explosiones, que vienen de ambas partes. La OAS y el FLN utilizan los mismos métodos. Así, resulta que a una noche de emboscadas francesas, sigue una mañana en que la aparece parte de la Casbah destruida, en un mar de muertos, sillares, uralitas y pequeños fuegos por los suelos…el terrorismo de Estado arrasa con la población civil indiscriminadamente. Parece lógico legitimar la resistencia de un pueblo que quiere defender su propio territorio y a su población. Esta película (a caballo entre el documental y la ficción) muestra una simpatía evidente hacia el oprimido, y aunque no es maniquea, hay alguna trampa que refuerza el principio de complicidad con el autor (como la brutal paliza al niño o la persecución al anciano). El retrato de estos hechos denuncia el comportamiento humano en situaciones de tensión.
También merece prestar atención al diferente modo de vida de europeos y africanos. La ciudad europea tiene espacios interiores de ocio, y los jóvenes se divierten bailando en locales abiertos a la calle. Algo inconcebible en la Casbah, cuyos espacios para el solaz son los patios interiores, y en ningún caso se manifiestan en fachada.
La banda sonora (de Ennio Morricone) es sobrecogedora, la melodía más trágica suena dos veces, en dos de los atentados perpetrados por ambos bandos.
En medio de esa gran plaza de la ciudad occidental, que bien podría ser una Plaza Mayor, o cualquiera de las del ensanche de París, aparece un gran artefacto blanco. Es la llamada Mezquita de los Pescadores, edificio cruciforme de época turca (siglo XVII), cubierta por bóvedas de cañón con una cúpula central sobre pechinas y arcos de medio punto, y un minarete cuadrado de tipo norteafricano. En Argel conviven pacíficamente las religiones islámica y cristiana, no son problemas religiosos los que atañen a esta película-documental, sino sociales y nacionales. Es la historia del colonialismo y la opresión sobre los pobres, la historia de una cultura que pisa a otra.
Dice Kevin Lynch en su libro “Imagen de la Ciudad”: “Una imagen eficaz requiere, en primer término, la identificación de un objeto, lo que implica su distinción con respecto de otras cosas, su reconocimiento como entidad separable. A esto se le da el nombre de identidad, no en el sentido de igualdad con otra cosa sino con el significado de individualidad o unicidad. En segundo término, la imagen debe incluir la relación espacial o pautal del objeto con el observador y con otros objetos. Por último, este objeto debe tener cierto significado, práctico o emotivo, para el observador. El significado es asimismo una relación, pero se trata de una relación completamente diferente de la espacial o pautal.”
Pues bien, la ciudad europea es la retícula en la que el observador se orienta fácilmente, llena de signos y referencias: plazas, encuentros de calles y edificios singulares. Es posible analizar esta ciudad en términos de identidad de forma y claridad de posición. La imagen ambiental puede ir más lejos y actuar como organizador de la actividad.
Y sigue Lynch: “Al observador se le puede proporcionar un diagrama simbólico de cómo está dispuesto el mundo, mediante un mapa o una serie de instrucciones por escrito. En la medida que pueda ajustar la realidad al diagrama, cuenta con una clave para la conexión entre las cosas (…)”. La Casbah es lo contrario. Es un espacio anónimo, no identificable, con calles-conducto sin nombre. La ciudad donde no existe el concepto de fachada como elemento singularizador. Un verdadero laberinto para aquél que no la haya vivido, porque no hay posibilidad (o al menos hay dificultad) de seleccionar un elemento entre una multitud de posibilidades. Si se desordenan los símbolos, el individuo está perdido, figurada y literalmente.
marta guirado
Título original: La battaglia di Algeri / Dirección: Gillo Pontecorvo / Producción: Antonio Musu,
ResponderEliminarYacef Saadi / Guión: Gillo Pontecorvo, Franco Solinas / Música: Ennio Morricone, Gillo Pontecorvo / Fotografía: Marcello Gatti / Montaje: Mario Morra, Mario Serandrei / Reparto: Brahim Hadjadj, Jean Martin, Yacef Saadi, Samia Kerbash, Ugo Paletti, Fusia El Kader, Mohamed Ben Kassen / Países: Argelia, Italia / Año: 1965 / Género: Drama, histórico, bélico / Duración: 121 minutos / Productora: Igor Film, Casbah Film / Distribución: Rizzoli
La frontera enriquece. Rica es la playa, rico el amanecer. No así la tierra de nadie. ¿Cómo se comunica la Casbah con la ciudad europea? Bajo el conflicto, como vacío.
ResponderEliminarLas diversas "líneas verdes", el muro de Palestina...
Una "alianza de civilizaciones" fronteriza y permeable, algo más que un buen deseo, más que un lema oportunista, debería oponerse al vacío desolador que deja cualquier "choque de civilizaciones".
La imagen de la ciudad (Lynch) tiene por debajo las relaciones humanas, dentro y fuera del grupo. También en esas fronteras. O en esos vacíos.